November 19, 2020

Introducción a la compasión

Si quieres que otros sean felices, practica la compasión.
Si tú quieres ser feliz, practica la compasión. - Dalai Lama -

Concepto de compasión desde la etimología


En español, la palabra compasión proviene de la palabra latina compati, “sufrir con”. El diccionario de la Real Academia Española define la compasión como “Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. En esta definición, fuertemente enraizada con la tradición occidental, principalmente judeocristiana, predomina el sentimiento de lástima, lo que implica una sensación de superioridad hacia la persona que sufre.

Esta visión de la compasión que tenemos en español, es radicalmente diferente de la que se usa en mindfulness (donde se presupone que es un sentimiento entre iguales) y tampoco coincide con el concepto mayoritario en los países anglosajones. De hecho, resulta curioso cómo los libros sobre mindfulness que incluyen la palabra compasión en su título, cuando son traducidos al español se les cambia el título para evitar esta palabra en nuestro idioma, a sabiendas del “rechazo” que produce el concepto compasión en la población hispanoparlante.

Concepto de compasión desde la psicología

Una de las definiciones más usadas en psicología es la de Goetz y cols (2010) quien la define como “el sentimiento que surge al presenciar el sufrimiento de otro y que conlleva un deseo de ayudar”. Otra definición muy similar para describir qué es la compasión es la de Paul Gilbert (2015): “La profunda conciencia del sufrimiento de uno mismo y del de otros seres, junto con el deseo de ayudar a evitarlo”.

En resumen, los dos elementos clave de la compasión son, por un lado, la sensibilidad al sufrimiento de los otros y de uno mismo y, por otro lado, el compromiso de aliviar ese sufrimiento. La sensibilidad al sufrimiento está basada en la empatía, en comprender lo que pasa en la mente del otro, concepto que en psicología llamamos “mentalización” o teoría de la mente. Lo definitorio de la compasión es el deseo de aliviar el sufrimiento del otro. Por eso, la compasión no es sólo una emoción,  sino que como dice Paul Gilbert, es UNA MOTIVACIÓN que orienta la conducta humana. Esta definición es muy similar al concepto de la bodhichita que es como se describe en el budismo.

Uno de los  modelos más utilizados en compasión es el de Kristin Neff y su grupo. Ellos han estructurado su definición de compasión en base a tres pilares:

1.- Mindfulness (atención plena): Consiste en hacerse consciente del sufrimiento propio y de los otros, sin juicios ni críticas. No negamos el sufrimiento o huimos de él, ni tampoco nos quedamos atrapados por él (lo que Neff llama sobreidentificación), como hacen la mayoría de las personas. Esta fase es clave, porque no podemos sentir compasión sino hay alguien que sufra. Pero también porque si nos sobreidentificamos con el sufrimiento, solo generamos empatía, no compasión, y desembocaremos en el quemado profesional o burnout.

2.- Humanidad compartida: Es tomar conciencia de que el sufrimiento que experimentamos nosotros, lo están experimentando milllones de personas en este momento, y lo han experimentado en el pasado y lo experimentarán en el futuro otras muchas personas, porque cualquier tipo de sufrimiento que estemos experimentando es consustancial con la naturaleza humana, como afirman todas las religiones, lo que nos permite desarrollar un sentimiento de ecuanimidad frente al sufrimiento. Lo contrario de la humanidad compartida es el aislamiento, ensimismarse en lo que nos ocurre creyendo erróneamente que nuestra situación es única. Y esto nos lleva, necesariamente, a la culpa y/o la vergüenza, sentimientos absolutamente destructivos e inútiles que cronifican la depresión.

3.- Auto-compasión: Implica  afecto, amabilidad y comprensión hacia uno mismo cuando se experimenta sufrimiento, en lugar de autocriticarse, culparse, sentir vergüenza o negar el propio dolor. Consiste en tratarnos a nosotros mismos tal y como trataríamos a un niño indefenso o a un amigo muy querido. Lo contrario sería la autocrítica destructiva y culpabilizante.

Concepto de compasión desde la perspectiva budista

Dada la importancia de la tradición budista en el origen de mindfulness y, más aún, en el tema de la compasión dentro de la psicología occidental, es interesante ampliar algo más este concepto. Varios de los protocolos terapéuticos sobre compasión y muchas de sus prácticas provienen del budismo. Una de las definiciones de compasión más frecuentemente citadas en mindfulness es la del Dalai Lama (2001): "La compasión consiste en el deseo de que todos los seres sintientes estén libres de sufrimiento."

Uno de los aspectos que más impresionó al Dalai Lama y a los monjes budistas cuando llegaron a Occidente y hablaban de la compasión, era la dificultad que teníamos los occidentales para querernos a nosotros mismos. Mientras que en Oriente se da por hecho que uno se quiere a sí mismo y la dificultad allí es querer a otros, en Occidente el problema se produce a la inversa. De alguna forma nos confrontaba con un cambio que se ha operado en nuestras sociedades a lo largo de los siglos. En muchas tradiciones como la cristiana se decía que había que “Amar al prójimo como a ti mismo” o, en el Confucianismo, que había que “tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen a nosotros”. Es decir, el amor a uno mismo, que siempre se ha utilizado como ejemplo del máximo afecto posible, parece que ya no sirve en muchas sociedades porque apenas nos queremos a nosotros mismos.

En el budismo, desde el siglo V a.C. e introducido por el sabio Buddhaghosa (Nanamoli, 1975), se utiliza el concepto de “enemigos lejanos”, que son características que habitualmente consideramos claramente opuestas, como puede ser la crueldad y la amabilidad. En cambio, los “enemigos próximos” son superficial o externamente muy similares, a pesar de que en profundidad difieran de forma significativa. En el caso de la compasión, en el budismo se dice que la pena es “el enemigo cercano” de la compasión, porque es fácil de confundir. Hemos definido la compasión como un sentimiento de empatía por la persona que sufre, acompañado de deseo de aliviar el sufrimiento. Mientras que en la pena puede no haber empatía ni conexión por el que sufre y, además, suele existir cierta sensación de superioridad sobre la persona hacia quien se siente lástima.

Pero quizá la mayor diferencia es que en oriente, la compasión es fuente de alegría y fortaleza, mientras que en occidente, filósofos como Spinoza o Nietzsche, la consideran muy negativa. En occidente, el origen etimológico de compasión es “sufrir con”. En nuestra cultura, si nosotros sufrimos, se espera que nuestros seres queridos, como nuestra pareja, familia y amigos, sufran también con nosotros por empatía. Si no lo hacen, sentimos que son egoístas o que no nos quieren. En el budismo, el deseo de que los otros se encuentren libres del sufrimiento, tiene que ir necesariamente ligada a la alegría. A los occidentales, no nos parece fácil porque lo que causa la compasión de forma natural conduce a la tristeza. Por eso hay que monitorizar nuestra respuesta. Compasión, según el budismo, no significa identificarse con el sufrimiento del otro hasta llegar a sufrir con el. Si se generan sentimientos de tristeza, la compasión no es adecuada porque:

  • 1.- No se está suficientemente ecuánime, hay demasiada involucración emocional como para poder ayudar al otro (ej: un cirujano no puede operar a su padre, un psicólogo no puede tratar a su hermano).
  • 2.- Un tono emocional hedónico, como el que produce la compasión desde la perspectiva budista, facilita la acción compasiva. Por el contrario, un tono emocional triste, como el que produce la compasión occidental no lleva a la acción, sino a la inacción o a la huida. El sufrimiento continuado generará sentimientos de agotamiento emocional, por la sobreexposición al sufrimiento de los demás.
  • 3.- Esta sobreidentificación aumenta el sufrimiento en el mundo, lo que no beneficia a nadie, perjudicando a las personas que nos rodean (familiares, amigos). Nuestro compromiso es con el sufrimiento global del mundo, por lo que no deberíamos aumentarlo generándonos nosotros sufrimiento.

Aunque esta idea nos puede resultar extraña, los estudios científicos demuestran que la práctica de mindfulness ayuda a desarrollar esta compasión que no padece por el sufrimiento del amigo. En un estudio de Farb y cols (2010), se mostraron imágenes con contenido emocional a sujetos sin experiencia de meditación y sujetos después del curso de MBSR. Los que habían completado el curso de mindfulness mostraron una menor activación de las imágenes con contenido emocional triste y, a su vez, menores tasas de depresión, en comparación con los sujetos que no habían tomado el curso.

Diferencia entre compasión y bondad amorosa

Una palabra que se usa ampliamente en mindfulness es Metta, que se ha traducido como “bondad amorosa” (loving kindness) y que consiste en un sentimiento de amor desinteresado hacia los demás (sin apego, sin buscar el propio beneficio) y refleja el deseo de que todo el mundo, sin distinción alguna, sea dichoso y feliz (Dalai Lama, 1997).

La principal diferencia entre la bondad amorosa y la compasión radica en la ausencia o presencia de sufrimiento. Si no existe sufrimiento, el deseo de que los demás sean felices es “bondad amorosa” (metta, loving kindness). Si hay sufrimiento, el deseo de que los demás se encuentren libres de él, es “compasión” (karuna). Citando a Germer (2009), la compasión constituiría un aspecto de la bondad amorosa. En última instancia, todo es compasión ya que, por definición, siempre existe dolor primario, aunque en un momento dado no sea evidente.

Diferencia entre compasión y empatía

Hay que destacar que empatía y compasión no son sinónimos. Esta diferencia queda palpable desde la neuroimagen, porque las áreas cerebrales involucradas con ambos procesos (empatía y compasión) son diferentes. Así, la empatía se relaciona con las áreas cerebrales que modulan los aspectos afectivos del dolor, como son el córtex cingulado rostral y la  ínsula (Lamm et al. 2011). Esto tendría sentido porque de alguna manera sentimos el dolor de los otros. Por el contrario, las áreas que se activan con la compasión son corteza orbitofrontal medial, área tegmental ventral, putamen, pálido y sustancia negra. Estas áreas están más relacionadas con el amor y con el deseo de ayudar a otros aliviándoles del sufrimiento. Sentir intensa empatía por el individuo que sufre, puede hacernos sentir abrumados por el sufrimiento del otro. La consecuencia es  que la empatía puede producir una experiencia aversiva (por ejemplo, facilitando el burnout), mientras que la compasión produce emociones positivas y sentimientos de afiliación y amor, que favorecen la resiliencia.  

Se ha dicho que lo que subyace en la base del síndrome de burnout (síndrome de quemado profesional) es la “fatiga de la compasión” y esto es lo que acaba produciendo indiferencia emocional hacia la persona que sufre, además de cinismo y maltrato. Pero es un error conceptual, lo que existe es una “fatiga de la empatía”, de ponerse en el lugar del otro y conectar con su sufrimiento sin mindfulness y sintiendo que no se puede hacer nada. La compasión no produce quemado profesional y, de hecho, se considera una intervención eficaz como tratamiento de este problema.

Se sabe que elevados niveles iniciales de empatía (y de expectativas de ayudar a otros, sin formación en mindfulness/compasión) son predictores de quemado profesional en profesiones de ayuda. Así, y aunque parezca increíble, uno de los colectivos donde más quemado profesional existe es en los trabajadores de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Mindfulness y compasión constituyen una de las intervenciones más eficaces en la prevención y tratamiento de este síndrome y para el desarrollo de la auténtica empatía.  

Extraído del libro "La práctica de la Compasión", de Javier Garcia Campayo, en Editorial Siglantana.

Foto de Yves Alarie en Unsplash. Hvitserkur, Island

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