¿Es posible ser consciente dentro de un sueño y modificarlo a voluntad? La ciencia ha demostrado que sí, y esta experiencia tiene nombre: sueño lúcido. Lejos de ser una fantasía esotérica, los sueños lúcidos son un fenómeno comprobado mediante registros fisiológicos en laboratorios del sueño y han despertado el interés de la psicología, la neurociencia y la filosofía de la mente.
La investigación moderna sobre los sueños se remonta a 1953, cuando Aserinsky y Kleitman descubren la fase REM. Desde entonces, numerosos investigadores —como Hearne o LaBerge— han demostrado que el sueño lúcido tiene lugar principalmente durante esta fase del sueño.
En 1975, el psicólogo Keith Hearne documentó cómo un soñador lúcido, Alan Worsley, enviaba señales oculares desde el interior del sueño, sincronizadas con el registro REM. Independientemente, Stephen LaBerge en la Universidad de Stanford llegó a conclusiones similares, usando patrones oculares preestablecidos para confirmar la consciencia en el sueño.
Conclusión: los sueños lúcidos existen, ocurren en fase REM y se pueden medir científicamente.
Un sueño lúcido es aquel en el que el soñador es consciente de que está soñando y, a menudo, puede influir en el desarrollo del sueño. Esta definición, propuesta por LaBerge (1985), ha sido matizada por otros autores, como Tholey (1985), quien establece siete niveles de claridad, entre los que destacan:
No se trata de una experiencia “todo o nada”, sino de un continuo de lucidez. Por eso, se han establecido distintos niveles de lucidez, que van desde no recordar ningún sueño, hasta alcanzar un estado de plena consciencia durante el sueño con control total sobre lo soñado.
Los sueños lúcidos pueden clasificarse según su modo de inicio:
También se diferencian por su intensidad: existen sueños hiperlúcidos, multisensoriales, que dejan un fuerte impacto emocional y simbólico. Otros estudios identifican los llamados sueños compartidos, donde dos personas reportan contenidos similares soñados en momentos distintos.
Se estima que el 50% de las personas han tenido al menos un sueño lúcido en su vida, y alrededor del 20% los experimentan de forma regular. Son más frecuentes en jóvenes, mujeres y personas con buena memoria onírica. Sin embargo, los factores como el nivel educativo, el estado civil o los ingresos no parecen influir.
Los datos no muestran una relación clara entre los sueños lúcidos y los rasgos de personalidad tradicionales como la introversión o el neuroticismo. Sin embargo, se han observado correlaciones con rasgos como:
También existe una conexión entre tener pesadillas frecuentes y mayor probabilidad de desarrollar sueños lúcidos, especialmente si el soñador logra identificarlas como tales y así transformar la experiencia.
Numerosos estudios han mostrado que la meditación y los sueños lúcidos están interconectados. Las personas con experiencia meditativa presentan:
Ambas prácticas comparten el desarrollo de habilidades metacognitivas, como la observación consciente de los propios procesos mentales.
Los sueños lúcidos suelen ser más vívidos y sensoriales. La visión es la modalidad dominante, aunque las experiencias táctiles y kinestésicas son más frecuentes que en sueños normales. Se pueden distinguir cuatro niveles:
Los estudios de LaBerge y otros investigadores revelan que las acciones dentro del sueño lúcido tienen correlatos fisiológicos medibles en el cuerpo físico. Por ejemplo:
Estos experimentos sugieren que los sueños lúcidos no son meras imaginaciones, sino experiencias internas con estructuras comparables a las de la vigilia.
Un estudio internacional coordinado por Konkoly (2021) demostró que sí. Mediante preguntas sencillas y respuestas con patrones de movimiento ocular, fue posible mantener una forma básica de comunicación con soñadores lúcidos mientras dormían, logrando un 47% de aciertos en las respuestas durante sueños confirmados como lúcidos.
La neuroimagen revela que las personas que tienen sueños lúcidos frecuentes presentan mayor volumen de materia gris en las áreas 9 y 10 del córtex frontopolar, regiones asociadas a la autorreflexión y la metacognición.
Además, durante el sueño lúcido se detecta una activación más intensa en estas zonas, lo cual respalda la hipótesis de que la lucidez en sueños se basa en mecanismos similares a los del mindfulness.
Según Klinger (1978), el pensamiento en los sueños suele ser de tipo respondiente (flujo libre y sin meta), a diferencia del pensamiento operante, que sigue reglas y objetivos. El sueño lúcido ocurre cuando se activa momentáneamente el pensamiento operante dentro del sueño. Sin embargo, si la activación es muy débil, se pierde la lucidez; si es muy intensa, se interrumpe el sueño y el soñador despierta.
Los sueños lúcidos son una ventana fascinante hacia el estudio de la consciencia humana. Lejos de ser una rareza, pueden desarrollarse con entrenamiento y están profundamente conectados con prácticas como la meditación, la introspección y la metacognición. Su estudio no solo nos permite explorar el mundo onírico, sino también cuestionar la naturaleza misma de la realidad y del yo.
Del libro:
SueñosLúcidos: Aprende a desarrollarlos.
De las tradiciones contemplativas a la evidencia científica – Javier García Campayo
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