«¿Quién, excepto los dioses, puede vivir largo tiempo sin dolor?» - Esquilo -
El dolor, lejos de ser únicamente un síntoma físico, constituye una experiencia sensorial y emocional desagradable, generalmente asociada a una lesión o patología de los tejidos corporales. Según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, su definición abarca tanto la dimensión fisiológica como la emocional y social.
Si bien el dolor agudo cumple una función adaptativa —nos protege de lesiones externas—, el dolor crónico pierde esa finalidad y se transforma en una fuente permanente de sufrimiento. Entre un 10 % y un 25 % de la población convive con dolor crónico, lo que les agota psicológicamente, deteriora su carácter y merma progresivamente su calidad de vida.
El dolor no solo se vive en el cuerpo. Incorpora dimensiones psicológicas (pensamientos y emociones negativas) y sociales (impacto en las relaciones personales). Para abordar el dolor de manera integral, es necesario trabajar en estos tres planos, ya que el enfoque estrictamente farmacológico suele ser insuficiente.
El caso de Anca, una mujer de 38 años diagnosticada de fibromialgia, aporta claridad sobre la vivencia total del dolor crónico:
No importa la causa ni el tipo de dolor crónico: los factores psicológicos son esenciales en su cronificación. Además del uso de analgésicos, la psicoterapia es imprescindible para su abordaje.
Ansiedad, depresión e ira son las emociones más frecuentes vinculadas al dolor crónico.
El caso de Laila, de 78 años, sugiere cómo la falta de aceptación tras un ictus y la resistencia a asumir las secuelas físicas pueden cronificar el dolor, mezclando irritabilidad, duelo no resuelto y empeoramiento emocional.
El dolor crónico modifica la visión del mundo y genera patrones de pensamiento repetitivos y limitantes. Destacan tres tipos de pensamientos:
Estos pensamientos alimentan la sensación de poca autoeficacia y llevan a un uso excesivo y poco efectivo de analgésicos.
El ser humano es social por naturaleza y busca comprensión y apoyo. El dolor, a veces, se convierte en una herramienta inconsciente para recibir afecto o atención, lo que puede perpetuar ciertas dinámicas de dependencia y aislamiento.
Conductas como la evitación del movimiento o la sobreprotección familiar agravan el pronóstico del dolor. La tendencia de los familiares a realizar todas las actividades del enfermo refuerza conductas de evitación y aumenta la cronificación.
El dolor crónico implica una pérdida irreversible y demanda realizar un duelo de la vida anterior. Las técnicas psicológicas se centran, fundamentalmente, en la aceptación de los sucesos negativos y en reencuadrar su significado.
Centrarse en el dolor del momento presente sin anticipar sufrimientos futuros. Esto ayuda a romper el ciclo de rumiación y reduce el impacto emocional.
Evitar la inmovilidad prolongada, movilizar el cuerpo progresivamente para vencer la kinesiofobia, e introducir ejercicios de relajación muscular y body scan.
La técnica de body scan compasivo combina atención plena y autoafecto hacia todas las zonas del cuerpo, incluso las que generan rechazo o sufrimiento.
Separar la sensación física del dolor de los pensamientos y emociones. Generar aceptación y autocuidado hacia las zonas doloridas, cambiando de forma consciente la respuesta emocional.
Adopta la posición sentada o, como es frecuente en el body scan, la posición tumbada boca arriba. Lleva tu atención a la cabeza. Concéntrate en la frente, lugar habitual de contracturas en forma de arrugas transversales. En los ojos, permitiendo que los párpados descansen relajados. Y en la boca, observando si la lengua está apoyada en el paladar y si la presión que ejercen los labios no es excesiva. Percibe toda la caray la cabeza en su conjunto. Si notas dolor o malestar, presta atención compasiva a esa parte de tu cuerpo, deseando que se recupere pronto y agradeciéndole su función.
Muévete hacia el cuello y la garganta, permitiendo que se relajen y observando cualquier sensación de tensión o malestar. Sigue bajando hacia los hombros y pecho, llenando todo tu cuerpo con una sensación de bondad y afecto. Nota cualquier molestia e invítale a que se suavice y diluya. Lleva tu atención compasiva hacia cualquier dolor o emoción negativa. No te resistas, deja que sea así.
Traslada la atención a tus brazos simultáneamente, desde la parte superior hasta los dedos. Si estás teniendo problemas en este período de tu vida, deja que tu mano se apoye en el corazón, sintiendo que ese contacto te reconforta y suaviza esa emoción negativa. Continúa con el ombligo, la espalda, la pelvis, llevan-do tu atención compasiva a cualquier zona donde exista malestar. También puedes volver a la respiración o repetirte frases de autocompasión como «puedo tener salud», «puedo sentirme seguro», «puedo tener paz» u otras que más te resuenen. Puede simplificarse diciendo solo los adjetivos «paz», «salud»,«bienestar».
Lleva la atención ahora a ambas piernas de forma simultánea desde su parte superior hasta la punta de los pies. Si hay alguna zona tensa, dirige allí tu atención compasiva. Hay veces en que resulta muy difícil focalizar la atención en alguna zona porque está asociada a un recuerdo desagradable. Si es así, puedes saltártela.
Por lo general, los conflictos con el cuerpo surgen por dos razones: por causas estéticas —no nos gusta esa zona de nuestra anatomía— o por motivos funcionales —esa parte del cuerpo duele, está enferma o no funciona como nosotros querríamos—. Habitualmente nos resulta más difícil conectar con las zonas con las que tenemos conflicto. Si podemos, visualizamos esa zona, podemos tocarla con las palmas de las manos, y sentimos que la respiración se desplaza a esa zona a la vez que enviamos nuestro afecto y calor.
Finaliza con una sensación de compasión y afecto para todo tu cuerpo, pese a que haya zonas que no te gusten, pese a que no estés satisfecho con tu peso o pese a las enfermedades o alteraciones que puedas tener. Siente que puedes querer este cuerpo como es ahora a pesar de que no sea perfecto. Agradece todo lo que hace tu cuerpo por ti.
En Oriente se dice que los seres humanos somos responsables del cuidado de una parte del universo, y esa parte es nuestro cuerpo.
Progresivamente, ve moviendo las diferentes partes de tu cuerpo y toma conciencia de que vuelves al lugar donde estás. Intenta llevar esta actitud autocompasiva al resto del día.
Esta práctica es válida no solo para el dolor crónico, sino también para alteraciones estéticas, funcionales o durante situaciones difíciles de la vida.
La tendencia a aislarse por la incomprensión o la rabia hacia el mundo —habitual en procesos de duelo por enfermedad— debe abordarse con prácticas de aceptación y autocompasión, buscando evitar el círculo vicioso de aislamiento y cronicidad.
La tradición relata cómo Job, tras perder todo y sufrir enfermedad y dolor intenso, “nunca mostró enfado hacia nadie ni perdió la fe”, sostenido por la reflexión: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó”. Muchas personas, al enfermar, sienten que es injusto y abandonan la práctica espiritual, privándose de mecanismos útiles de afrontamiento.
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