May 8, 2025

Cómo afecta la mente al cuerpo: una reflexión desde la tradición occidental

“Mente sana en cuerpo sano.”
Juvenal, poeta romano (s. I-II)

Este aforismo clásico ha sido repetido durante siglos por filósofos y maestros, convirtiéndose en una piedra angular del pensamiento occidental sobre la salud. En la antigüedad se consideraba que la salud física precedía a la mental, pero en nuestra sociedad contemporánea suele suceder lo contrario: el estrés mental afecta primero a la mente y, posteriormente, repercute en el cuerpo.

La actividad principal de la mente: pensar

¿Qué hace la mente? Al igual que los ojos ven o los oídos oyen, la mente piensa. La producción de pensamientos es su actividad fundamental, y este funcionamiento ocurre de forma continua. Observar con atención nuestro diálogo interno, incluso poniendo alarmas en distintos momentos del día, puede ayudarnos a detectar la naturaleza de esos pensamientos y valorar si tienen alguna utilidad real.

Se estima que el cerebro humano genera entre 20.000 y 40.000 pensamientos diarios. Esta cifra proviene del cálculo aproximado de la duración media de un pensamiento verbal, que suele ser de unos tres segundos. Durante las 17 horas que permanecemos despiertos, se pueden formar fácilmente más de 20.000 pensamientos. Muchos son innecesarios, repetitivos e incluso contraproducentes para nuestro bienestar.

Tipos de pensamientos: verbales y visuales

Los pensamientos que produce la mente se dividen en dos categorías principales:

  1. Pensamientos verbales: frases estructuradas con palabras. Por ejemplo, “Mi jefe me ha criticado esta mañana”. Este tipo de pensamiento constituye el diálogo interno —esa charla constante que mantenemos con nosotros mismos.
  2. Pensamientos visuales: imágenes mentales que pueden tener movimiento, color, o incluso ser simples formas difusas. Alrededor del 15% de la población utiliza esta forma de pensamiento como su principal vía de procesar la información.

Ambos tipos de pensamiento están presentes en nuestra vida cotidiana, pero el diálogo interno verbal es el que más influye en la percepción que tenemos de nosotros mismos y del mundo.

Pensar como valor cultural en Occidente

En la cultura occidental, pensar se ha considerado siempre una actividad esencial. Desde la filosofía griega hasta la modernidad, el pensamiento ha sido objeto de admiración y culto. El aforismo de René Descartes, “Pienso, luego existo”, lo resume perfectamente.

Este enfoque se contrapone al de la cultura oriental, donde meditar no implica pensar más profundamente, sino todo lo contrario: buscar la calma mental y la ausencia de pensamientos. En este sentido, Oriente y Occidente han desarrollado aproximaciones diametralmente opuestas respecto a la función y el valor del pensamiento.

Cuando pensar se convierte en sufrimiento

A pesar de su prestigio en nuestra cultura, el pensamiento no siempre es beneficioso. Ya en el siglo XVI, Santa Teresa de Jesús lo señalaba con claridad al describir la imaginación como “la loca de la casa”. Esta afirmación aludía a ese parloteo mental incesante que hoy denominamos diálogo interno, y que puede ser fuente de sufrimiento.

Del mismo modo, Cervantes ejemplificó en Don Quijote de la Mancha cómo el pensamiento repetitivo puede llevar a la locura. En este caso, su protagonista enfermó mentalmente por obsesionarse con los libros de caballerías. Actualmente, los temas que nos obsesionan han cambiado —problemas laborales, rupturas amorosas o conflictos personales— pero la mecánica del sufrimiento mental sigue siendo la misma.

Una práctica recomendada: registrar tus pensamientos

Una propuesta útil es anotar de forma regular tus preocupaciones y pensamientos recurrentes en una libreta personal. Este ejercicio permite observar con el tiempo cómo muchas de esas obsesiones pierden relevancia. Lo que hoy nos angustia, mañana puede carecer de importancia.

Este hábito puede ayudarte a tomar distancia respecto a tus pensamientos y reconocer cuánto tiempo y energía invertimos en contenidos mentales que, en muchos casos, no nos ayudan en absoluto.

El deseo de dejar de pensar

Para muchas personas, el pensamiento constante es una fuente de sufrimiento profundo. En palabras de quienes acuden a consulta psicológica:
“Doctor, por favor, deme algo para dejar de pensar, para frenar la mente. No puedo soportarlo.”

Esta petición refleja una realidad compartida: pensar sin parar puede ser agotador. Detener o disminuir ese flujo constante de pensamientos es uno de los retos fundamentales para muchas personas en la actualidad, y también una de las claves para mejorar la calidad de vida.

¿Y tú?
¿Has observado tus pensamientos hoy? ¿Crees que te ayudan o simplemente ocupan espacio mental sin aportarte valor?

Parar para vivir mejor no es solo una frase: es una invitación a tomar conciencia de la actividad mental, a reducir el ruido interno y a reconectar con una mente más serena.

Del Libro:

“Parar para vivir mejor. Guía definitiva para liberarte de la ansiedad y del ruido mental” Javier García Campayo. Editorial HARPERCOLLINS

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