December 8, 2021

ACEPTACIÓN DE LOS FENOMENOS MENTALES

Toda emoción o pensamiento que escondas o al que te resistas, persiste

Principio aceptado en psicología

La aceptación de los sucesos externos, como el fallecimiento de un ser querido o una catástrofe natural, es algo que aparece en todas las culturas. Pero la aceptación de los fenómenos internos, de los procesos mentales, no existe en la cultura occidental. La razón es la distinta forma de entender los fenómenos mentales: En la cultura occidental siempre hemos considerado que nuestros pensamientos eran voluntarios. Incluso en la psicología no existe esa clara distinción entre pensamientos voluntarios e involuntarios. No se habla de los dos verbos “pensar” y “soy pensado por la mente”, que existe en algunos idiomas orientales. La religión cristiana, un claro ejemplo de nuestra cultura occidental, considera que el noveno Mandamiento de la Ley de Dios es “No tendrás pensamientos ni deseos impuros”. Obviamente, lo que subyace en la base de esta prohibición ética es el convencimiento de que nuestros pensamientos son voluntarios. Sin embargo, en tradiciones religiosas orientales como el budismo, un pensamiento “negativo o impuro” no se considera un pecado y no esta en los cinco principios éticos que propone el budismo. La razón es que se considera que el pensamiento no constituye un proceso voluntario y, por tanto, no somos “responsables de él”. Puede observarse la enorme diferencia cultural entre oriente y occidente en este tema.

Así, es frecuente ver en las consultas de psicología o de psiquiatría cuidadores de padres con demencia que, por el proceso de deterioro cognitivo, ya no les conocen y que, abrumados por la enfermedad de sus progenitores, alguna vez han pensado “Ojalá falleciese mi padre porque descansaría”. Este pensamiento que todos los cuidadores tienen y es tan lógico, les genera una intensa culpa y tratan de eliminarlo, lo que es ineficaz, como hundir la pelota de goma en el agua. Otra estrategia que utilizan y que ya hemos comentado que no es útil, consiste en buscar el origen de dicho pensamiento: “¿Por qué he tenido el pensamiento de que se muriese mi padre?”.

La aceptación de los fenómenos mentales implicaría tomar conciencia de que:

- Nosotros no hemos generado voluntariamente ese pensamiento o emoción, sino que ha surgido de forma espontánea.

- Un pensamiento sólo es eso, la actividad por defecto de la mente. No significa nada si no le hacemos caso y lo dejamos pasar, pero si nos enredamos con él le damos más fuerza, porque generamos nuevos racimos de pensamiento y se forman patrones estructurados en la mente.

- No hay que distinguir entre pensamientos “malos” y “buenos”, potenciando unos y persiguiendo otros. Ese es el “juego de la mente” y, de esta forma, se cronifica el diálogo interno rumiativo.

Lo mismo tendríamos que hacer con las emociones: observarlas con curiosidad y cariño, centrándonos en los componentes corporales hasta que desaparezcan, y evitando que afecten a otros y que nos generen sentimientos de culpa. Todos los seres humanos tenemos emociones y pensamientos “negativos”, en el sentido de culpabilizantes o inaceptables para nuestros estándares, que no desearíamos tener. La diferencia es cómo los gestionamos, si con lucha y culpa o con aceptación. El famoso maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh decía que cuando surgía ira en su mente le decía: “Hija mía, voy a cuidarte para que no hagas daño a nadie”.

En la meditación oriental este proceso se trabaja así. Primero se medita en los sonidos y uno aprende a escuchar los sonidos de pájaros o de otros animales o voces de personas, sin reaccionar, sin generar nuevos pensamientos secundarios asociados. Imaginamos que oímos el ladrido de un perro ¿Nos sentiríamos culpables por ello? O que oímos a un vecino decir una palabrota o blasfemar ¿Nos sentiríamos NOSOTROS culpables o responsables por el simple hecho de ser testigos? Pensemos que estamos viendo en la televisión un suceso en el que una persona mata a otra. ¿Nos sentiríamos culpables del asesinato por haber sido espectadores lejanos que no podíamos intervenir? Obviamente no, lo que ha ocurrido se ha producido “fuera” de nosotros, no lo hemos hecho nosotros, no tiene nada que ver con nosotros.

Posteriormente, uno se entrena en observar sus pensamientos y emociones con la misma distancia que si fuesen sonidos externos. Identifica cómo surgen tus pensamientos de forma automática e involuntaria en la mente, considéralos como fenómenos externos, como algo que tu no generas, no los produces. Y aprende a no resistirte, a no pelearte con ellos, y sobre todo a no generar nuevos pensamientos y emociones relacionados con ellos para contradecirlos o intentar expulsarlos. De esa forma, los pensamientos desaparecen en tres o cuatro segundos y las emociones en un minuto y medio aproximadamente.

Si aparece un pensamiento negativo o por el que nos sintamos culpables, lo que solemos hacer es generar pensamientos voluntarios reactivos para contradecirlo y quedarnos tranquilos o queremos buscar voluntariamente el origen de ese pensamiento porque pensamos que así cesará. Todo ello no es más que resistirse a su aparición, y hace que persista, que ese pensamiento cobre fuerza y realidad. Y no sólo eso, sino que generamos continuamente nuevos racimos de rumiaciones y de preocupaciones. A este proceso de resistencia ante nuestros pensamientos y de generación de otros nuevos para controlarlos, Buda le llamaba “proliferación” y consideran que era imprescindible evitarlo.

Aceptar pensamientos y emociones NO ESTÁ EN NUESTRA TRADICIÓN CULTURAL OCCIDENTAL, por eso todo esto nos suena tan extraño.

PRÁCTICA: NO SENTIRSE CULPABLE POR PENSAMIENTOS O EMOCIONES

Adopta la postura de meditación. Escucha los sonidos que te rodean. Si es posible, ponte en algún sitio que escuches hablar a otras personas. Intenta no generar pensamientos en respuesta a la conversación que oyes. Observa cómo no te producen culpa o vergüenza, no eres tú. Ahora trae a la mente alguno de los pensamientos o emociones que te produzcan culpa o vergüenza. No te identifiques con ellos. No te pelees queriendo saber por qué se han producido o intentando que desaparezcan. Simplemente obsérvalos con distancia, como si los hubiese generado otra persona. Puedes imaginar que son un objeto, como un globo o una pelota, y que lentamente pasan por delante de ti hasta perderse. Toma conciencia de que un pensamiento es sólo un pensamiento, el juego continuo de la mente. Si tu no te paras a pensar y a preocuparte sobre ellos, simplemente desaparecen. Aprende a aceptar pensamientos y emociones sin lucha, viendo cómo aparecen y déjalos pasar. Tú no eres tus pensamientos, eres quien los observa.

(Fuente: Garcia Campayo J. Cómo reducir el sufrimiento con aceptación y mindfulness. Barcelona: Siglantana, 2019) (Foto: Cementerio de Torrero, Zaragoza)

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